Las estaciones son claras, el aire llama…
En la mañana pensaba publicar una fotografía que dijera «Se nota la frialdad de este lugar, vean como las flores de fresa se abren a la vida». De pronto pensé que socialmente eso no es aceptable entonces solo puse «flores de fresas». A veces por omitir ciertas frases me doy cuenta de que mi inconsciente lo presiente, lo deduce, lo calcula y ésta «intuición» es la que termina parpadeando en instantes que parecen tinitus.
Por la mañana medite un rato para poder dormir más horas, intentaba ignorar mi miedo a la vida y a soportar la pesadez que me implicaba los miércoles… miércoles eternos en estructuras plásticas, donde lo que importa no es la formación sino la deformación de las esencias de la niñez a la par que se enriquecen con esas almas pequeñas.
Tantos cambios y falta de visión sobre lo que es la vida, yo sufría todos los miércoles y como vil masoquista me perseguía la notoria necesidad de un ingreso estable. Así que le grite una vez más al universo ¡Ayuda!, porque esta asfixiante manera de embelecar mi cotidianidad me esta convirtiendo en momia de la astrofobia.
En fin, inmediatamente el universo se contacto ¡Sorpresa! me ofrecieron una oportunidad para germinar en un huertito con memoria pedagógica alternativa. Lo denso es la burocracia de la negociación del pago justo. Lo que una cree que es justo y lo que la gente quiere dar para sostenerse en el limbo de la formación.
Pero se dio y cedí, hay algo ilusorio en esto de elegir, he pensado que hago el bien y en ocasiones hago el mal. Pero cada decisión es un laberinto de consecuencias y es difícil saber como funciona el mundo.
Cuando más se piden los cambios se van generando poco a poco porque no es quedarse inmóvil ante el mundo, es conectarse, así como los hongos se comunican, hacer esa sinapsis y para que ocurran los sueños.
Desde niña soñaba con ser maestra, mi familia me regalo una muñeca maestra y practicaba con mis primas/os más pequeños a enseñarles. Se me dio muy bien, de adulta me comentaron que aprendieron a leer por mi. Eso fue una recompensa para lo que llamamos alma.
Después anhelaba tener la oportunidad de practicar metodologías alternativas con crías pero entre el trajín de mis mudanzas, la vida corrida y la vorágine de la hiperactividad, todo quedaba en el ocaso de la vigilia.
Ahora es distinto, el almacigo en el el que estoy creciendo es un chapin y el fango que alimenta las hojas son los principios y valores acompañados de cuidado y creatividad que tanto deseaba.
¡¡¡¡Gracias universo!!!