Azotea Verde

Todos los sábados requiero de tomar fuerzas para escalar hacia otra dimensión. Hacia un lugar donde la microfauna es evidente, un espacio en el que mis gatos son libres y se revuelcan en la tierra que he derramado con la “remodelación” de una selva provocada.

Así es, este festín visual es nuestro huerto, una azotea repleta de plantas de todos tamaños y colores, con diversos sustratos para la gran variedad de plantas que hemos rescatado, truequeando, sembrado y encontrado en esta ráfaga de tiempo. Mi parte favorita de mostrar es el edén de los cactus, un lugar fresco y reconfortante, cubierto de malla sombra y continuamente agitado por el viento; cobijado por un árbol de aguacate que deja caer orugas de mariposas, las cuales degustan y alteran la forma de las exóticas cactáceas.

Este lugar me inspira tranquilidad y paciencia ya que el crecimiento de estas plantas es paulatino y casi imperceptible. Puedo observar durante el riego sus características son eloquecedoras, hay cactus que portan espinas desde los 5 milimetros hasta de 1 centímetro, los colores verdes de su corteza son extasiantes ya que van desde un verde turquesa hasta un verde pino y curiosamente en los tamaños no varían tanto solo tengo 3 cactus que casi llegan a medir 50 centímetros, mientras que los demás oscilan entre los 2 a 20 centímetros. Entre todos puedo decir que existen 30 variedades entre cactus y suculentas, unas plantas colgantes que se asemejan a deditos de dulce color verde pistache o flores que varían entre el color gris, morado o rosa. En realidad esta parte me sorprende porque según el lugar en donde se encuentren es la pigmentación y el tamaño, así que experimentar me genera conocimiento.

Por otra parte existe un espacio en el que solo tenemos plantas aromáticas, medicinales, flores y coleos. Hacer el recorrido en este pedazo del huerto es una asombrosa experiencia y un continuo bombardeo de aromas, colores y sorpresas, porque a diferencia del área de cactus y suculentas, aquí vemos como crecen desaforadas las plantas y en cada rose expiden aromas intensos. Además aquí empieza el paso del festín, porque el estar aquí es una constante invitación a probar las deliciosas hojas o flores de la menta, el perejil, la lavanda, el mastuerzo, romero, hierbabuena entre otras. Aquí puedes perderte en un suspiro.

Sin embargo nada se puede comparar a la belleza de las flores cuando están brotando, cuando se estiran esos botones hasta irradiar con color la azotea. Es un proceso muy intenso más sin son fertilizadas con células madres de lo más profundo de mi ser; un experimento que me deja atónita y que me invita a experimentar mes con mes.

Debo de admitir que algunas plantas por más bienvenidas que sean al huerto, me generan un poco de nauseas, esto es el caso de la cebollina y de la hierba del perro. En serio cuando estoy ahí solo pienso en regarlas con rapidez y huir. Se que son importantes para la convivencia de los insectos que están en ellas sin embargo el control de su crecimiento me resulta casi obligatorio, todo sea para para no generar un ciclón en mi estomago.

Asi es mi huerto una mezcla de emociones, sensaciones, colores, insectos, esfuerzos, sorpresas. Puede ser dulce, salado, áspero, agradable, desagradable, muy verde, muy amarillo incluso puede inspirar felicidad, llanto, drama, risa, enojo o miedo. Sin embargo seguirá alimentando mi vida como lo ha hecho en estos 3 años. Mismos que me han podido acrecentar una casa de semillas con más de 50 variedades de plantas entre hortalizas, flores, hojas, cereales, legumbres y otras.

El hablar de mi huerto me inspira. Su existencia me da esperanzas de difundir la coexistencia el sentir, ya que es la evidencia de  que es posible la lucha por la biodiversidad en la ciudad. Lo percibo como mi espacio de florecimiento personal y mi oportunidad de formación ecológico urbana.