Caracola huertera

En alguna ocasión que era visitar la luna, visitar el huerto, recordé lo feliz y libre que se podía sentir caminar entre caracoles, flores, plantas medicinales, suelo vivo-rico-aromático y los sueños de nosotras.

 

Ella importante en mi vida; aunque parezca que solo fue una pasajera ilustración, en instantes de incertidumbre y desapego: la realidad es compleja.

Puedo escribirle miles de cartas; que no serán enviadas, miles de frases; que no leeré -hunca-, miles de sueños que me pasaron por la mente; que no le contaré, eso y más. Pero ¿Con qué sentido?… Lo he discutido con mi yo del pasado; breve nostalgia, que me apunta cuando le miro, la escucho, le sé en libre existencia, en descarada frescura y ligereza.

Así es ella, siempre tan simple, tierna, un poco impulsiva, concomitante, creativa, dispuesta… a veces encerrada en esa conchita de sus dudas internas, otras suelta tal cual caracol devorando mastuerzos. Es incierto como puede estar; aunque aparenta sosiego, solo ella sabe que grillo le canta en ese corazón placentero.

Estuve a punto de pedirle un pergamino de sueños con los cuales dibujar mándalas en la eternidad de un falso ahora; mi cabeza así juega, ella es libre y en esa dispersión he de verme profundizando en el ancla me que jala a su nombre con esta ilustración.

Ella es, como es, como quiera ser… que sea. Solo recuerdo que discurrí mi sentir en apasionados momentos, me deje llevar por la cadencia del plexo solar y su aroma me hipnotizo unos meses, en el caracolario.

Ahora sé que agravarse en el recuentro no debe ser opción; no porque no le ame,  quiera, o sueñe…es porque quiero que fluya en esa sed de ser; evitar limitarla en su sentir, ser, hacer.

Reincidir en tocar con mi nariz su cara es caer en la red del deseo; una profunda sensación de apego, que me dejará en paz si poco a poco le resignifico con todo el amor del mundo.

Quiero compartir, que siento que paralizan el pecho cada vez que le escribo, le llamo y cuelgo, le veo, le escucho… no es algo que tenga explicación alguna… quizás porque aun no logro aducir estos sentimientos.

Le extrañaba así, risueña, espontanea, solo ella… como fuera solo ella… sin nudos mentales. En realidad no sé si los tenga, sólo sé que estuve ahí, viendo como sus colores de algodón, la vestían de color de la tierra; verde, azul, enloquecidas combinaciones.

Continuará…