La escucha es el tejido de la intimidad
Nuestro cerebro recrea escenarios, historias, melodramas, historietas, novelas, libros con cada conversación, escuchar… un suspiro y un concierto para nuestros oídos.
En ocasiones pienso que escuchar es como ir a un concierto de música clásica donde se me sale el corazón y la piel vibra con cada soneto de la cotidianidad.
Otras es una radiante sensación que me recorre como un escalofrío insólito fugas que no deja huella, solo el estremecimiento de la vibración sonora.
Existe la escucha cautivadora, la que me llena el corazón, aquella que me sulfura y hacen irradiar a las hormonas. Sin duda es un desliz; abraza todos mis sentidos, embelesa a los oídos y besa a las orejas. Instante en el que me sitúa en el presente; enfoca todos los cuerpos en el aquí y en el ahora. Tan sutil, es un instante minúsculo en el que el centro es el oído y la expansión es hasta los pies. Es un manjar de tiempo que se despierta con tu voz, con tus palabras, con tus caricias, con tu energía. Me atrevo a decir que no existe el tiempo en ese momento. Porque el tiempo al ser un invento de la humanidad, se puede modificar. Ese lapsus para mi es el «destiempo» es ese momento en el que ocurre la magia. En ese encuentro creamos una grieta en el tiempo, todo pasa a ritmo de nuestros ciclos: ruidos, gestos, cercanía. Esto hace que hace que se detenga súbitamente la realidad y el cuerpo se entregue a otra dimensión en la que solo estamos tú y yo. Para mi, esta es una alquimia, un lapsus en el que la naturaleza nos permite experimentar la calma y la paz de solo estar juntxs.
Cerramos la puerta al sistema y no permitimos que entre la avasalladora prisa que quiere fundir y quemar la paz para apoderase de las existencias. Ponemos freno al desdén y nos cuidamos mientras mesemos en la hamaca aún con el peligro de caer por forzar las estructuras de esos hilos de colores, nos aferramos a estar abrazadxs en el calor de nuestros extraños, extraños cuerpos que se sienten distintos siendo que nos conocemos muchos años atrás.
Capaces de retornar a un pasado superfluo e inconstante, retomar cada palabra clave que hace reconectar nuestras neuronas para reír o llorar, nos permite crecer, decrecer y al mismo tiempo ser contenidas con esa compañía.
Es la escucha activa un medio para escribir en nosotras las historias de una realidad sensorial satisfactoria donde brotan las mejillas rosadas y los besitos dulces.
Es el tono, la mirada y el tacto lo que complementa salirse del tiempo, vivir entrelazadxs en la intensidad de la compañía.
Brotar como una flor… así lo imagino, eclosionar en los afectos y mimos que nos permite sentir otras partes de nuestros cuerpos, ser tocadas con el respeto y consentimiento que merecemos.
Abrirnos a los afectos, es permitirnos sentir, un primer paso es la escucha encantadora que anhela cercanía y los demás pasos van dejando la distancia atrás hasta sentir la cautivadora voz en susurros, frases triviales parecen poemas.