Soltar

Soltar es volar.

Para aprender a volar es básico juntar los siguientes ingredientes: observación, aventura y la magia del autoconocimiento.

Puedes comenzar conociendo mi experiencia de arranque para poder animarte y fluir en las turbulencias del viento.

Era un día de verano, se podía respirar la frescura del cielo nublado, la tranquilidad de las calles vacías y la incertidumbre de la lluvia. Me dirigí al parque a observar la danza de los árboles, motivados por el soplar del viento, la sensación de expansión de mis pulmones y el brotar intenso del hormigueo en mi piel.

De pronto, pude ver que en una rama había un nido tejido con hojas, lodo, flores y cortezas, lleno de pajaritos y custodiado por dos aves. Observaba detenidamente el movimiento de estas aves al elevarse al cielo, vi que una de ellas extendía sus alas y daba giros alrededor del árbol con tanta rapidez, adrenalina y pasión que me contagiaba de su libertad.

Esta sensación acompañada de la sorpresa y alegría de verla aterrizar me permitió observar la sutileza con la que tocaba el piso cuidadosamente, parecía tener pies Instantáneamente un palpitar acelerado  me envolvió, suspire con dificultad, me detuve para percibir los cambios paulatinos; de ser una ave vestida con un plumaje colorido a ser una persona que se desliza con la brisa del aire.

Mi inquietud en la lengua ¿Será que es un sueño ó qué he li

mitado mis pupilas a presindir la magia? Mientras mi corazón se acelera, veo detenidamente sus pasos, su sonrisa, sus movimientos; se dirigió hacia mí y me pregunto ¿Vives en sueños?

Solo podía escuchar el acelerado paso de mi corazón y el profundo agradecimiento por vivir ese momento lleno de magia. Me dispuse a contemplar, suspiré y respondí: La vida es en todo momento, si la puedo narrar es que se está viviendo. Con el atrevimiento de mi adrenalina me permití preguntar ¿Es sencillo volar? -Puede serlo si así lo decides ¿Cómo aprenden a volar? -Con el instinto, una información dentro de ti que permite impulsarte hacia el vacío y llenarte de adrenalina hasta moverte con intensidad, hasta decidir a dónde quieres ir y a qué velocidad quieres llegar.

Sabía que quería aprender a volar ¿Sería esto lo que estaba buscando?, unas sesiones intensivas para despegar, elevarme y sobresaltarme con la emoción de fluir en el viento. No pude resistirme y le dije con emoción “¡Enseñame a volar!”, quiero aprender a ser una hermosa ave deslizándose por estos vientos frescos llenos de vida. Solo sonrió y mencionó: “desprendete del miedo. Arroja tus inseguridades, siéntete parte del todo e integrate al viento”.

Decidí subir al árbol, apreciar estos hermosos pajarillos, sentir ternura por sus formas y sonidos. Entonces al estar arriba y asombrarme con la fuerza del viento, pudo emerger en mí la decisión de soltar, de ser solo una en este espacio, de sentirme parte de mí, del todo. Primer paso, respiré profundamente y percibí la oscuridad de mis ojos cerrados. Segundo paso: estiré mis brazos, sentí las caricias de las gotas de lluvia del verano. Tercer paso apreté el estómago. Me deje caer y al momento de reaccionar estiré mis brazos como alas de colores hacia el frente.

Estaba ahí, contemplando la fuerza de mis brazos el acelerado ritmo y sabor delicioso del placer de fluir en la vida. Por un momento la velocidad acariciaba mi cara; mis pulmones presionados con la gravedad; el cabello que se había transformado en alas se deslizaba y me hacia cosquillas; podía sentir en mi vientre el sube y baja de los nervios de continuar aleteando entre los árboles; mi boca parecía comerse el aire sin tener mayor preocupación. Poder dirigir la ruta y fluir en el aire fue una experiencia reveladora, tuve que aprender a medir el viento y reconocer la capacidad de mi cuerpo para dar curso y marcha al camino. Así es, el vuelo más delicioso que he hecho camino a la alarma del despertador.