¿Alimentar el hambre?

Hay ocasiones en las que el hambre parece un agujero infinito, gira y gira se abre y despliega mediante pasa el tiempo; insaciable…Es en ese instante en que me pregunto como llegue a estirar ese malestar y de ser un antojo se convirtió en el craving infinito que arrastra hacia la saciedad desenfrenada.

Me ha ocurrido tantas veces que no las podría nombrar.
Era tan inconsciente de esa hambre que le ponía apodos, sobrenombres. Incluso me auto engañaba pensando que era alguna emoción en vez de un anhelo desenfrenado o un deseo bloqueado lo que me llevo hasta allá.

Cuando volaron dejaron la jaula vacía y mi corazón roto.
Cuando volaron dejaron la jaula vacía y mi corazón roto.

Pero el día que decidí  no tapar el sol con un dedo y enfocarme en sentir, más allá del brazo que sostiene esa postura; mi hombro derecho regreso a su lugar y mi cuerpo comenzó a caminar en equilibrio. Fue algo inédito.

Solo que hoy quiero escribir sobre el hambre

¿El hambre de que?
¿Qué quería que me alimentara?

Crecer no es tan sencillo, desde niña mi familia se enfoco en darme todo lo creativo para crear; arenas de colores, maderas, juguetes, bicicletas, muñecos, juegos de trastes, colores, cuadernos, calcomanías, libros, cassettes. Recuerdo la satisfacción de comprar cuadernillos con muchas calcomonías, manitas pegajosas, manitas para rascarse, libretas con muchos dibujos, rompecabezas, juguetes para dibujar, mucha ropa para mi colección de barbies, peces con imanes, tijeras, papeles de colores, pincelines, marcadores, crayolas, plastilinas, albunes de cartitas de goku xD láminas entre otras curiosidades…

Ahora que lo pienso jamás experimente la carencia de materiales creativos, siempre eran bastos y me entretenía tan bien, mi familia aún tiene enmarcado mi Mickey más con arenas de colores. Siempre he sido muy creativa aún en los momentos más angustiantes de mi vida.

Entonces ¿De qué tenía hambre?

Quería más día de descanso, no para mi, para mi familia y poder salir más a la playa, al parque, a las albercas, al bosque, a Tapalpa… Los fines de semana no eran suficientes para preguntar todas las dudas del mundo.
Me gustaba mucho leer y solía ir a la biblioteca personal de mi madrina, me devore sus libros, las láminas de la papelería, algunos libros de la escuela porque era muy cotizado estar en la biblioteca… Un día descubri los diccionarios y me fascinaron, en la primaria me la pasaba leyendo diccionarios de diferentes ediciones y alimentando mi libretita de glosarios personal con las que más me gustaban, las que no entendía al final para buscarlas y con su descripción las que ya intentaba entender, ese glosario era como un diario, lo tuve tantos años que luego cuando escribo salen esas palabras y me había preguntado ¿Donde la leí?.

Ahora soy consciente de que mi memoria es selectiva y me arroja las palabras con seguridad y me cercioro de buscar el significado para que se exprese lo que quiero decir… Ésto es tan placentero ¡¡¡Que si diga lo que quiero expresar!!!.

 

¿De qué tenía hambre?

En la ciudad siempre tenía mucha tarea, pendientes de la casa, cuidar a mi hermano, a mis primos, coser, bordar etc. Aún no me reconcilio con esa parte pero voy paso a paso. Las tareas me entusiasmaban mucho. Estar con mi hermano y abrazarlo era un consuelo, veíamos películas, caricaturas, nos dormíamos juntos, lo extraño.

¿De qué tenía hambre?

Tenía hambre de los días lluvioso en Tapalpa, mi abuelo con aroma a trementina y mi abuela con aroma a humo… de sentir sus manos erosionadas por el pasar del tiempo y sus abrazos cálidos al vernos. Esas ganas de sentirme escuchada con las pocas palabras que me daba pena decir, pero que me encantaba preguntarle todo a mis abuelxs para escucharles su voz de calma, su timbre de ensueño y de vez en cuando comer un dulce junto a ellos.

No me importaba levantarme a las 6am para ir a misa de 7am, sentir el frío despellejarme las mejillas con tal de sentir sus besos, comer arroz y verduras con tal de no ver la masacre de un pollo, puerco, gallina o conejo…

Gozaba tanto de esa paz de ver floceres los trevolos rosas, blancos, amarillos y disfrutar de darle de comer a las palomas…

Me pregunto kichi ¿Ya no dibujas palomas?, le dije que no… jamás le dije por qué y qué significan para mi.

Ya no dibujo palomas, ya deje ir a mis abuelos y el dolor de su perdida. Les extraño y agradezco su gusto por las plantas, los animales, la ruralidad y calidez de la oscuridad donde jamás tuve miedo porque estaban cuidándome.

Sentía que las ventanas pequeñas me asombraban infinitamente y pasaba muchas horas observando solamente la luz y no entendía como se veía el polvo, como tenía diferentes colores, como podía contener un universo de luces aquella puertita.

Nunca sentí que era mi casa, sentía que era casa de mis abuelxs y que siempre estarían en ese lugar para recibirnos con el amor de siempre.

Ahora me doy cuenta que era el lugar donde verdaderamente sentía un hogar. Gracias por existir y tejerme esta resistencia de manera tan intensa. Gracias a ti, me encanta el arroz, me encantan las tortillas de maíz, me gustan cocinar a la leña, me gusta el sabor de la comida, me encanta la oscuridad y me fascina la luz…

¡¡¡Capturar la luz!! en forma de la realidad: la fotografía… jamás te tome una foto 🙁 aprendí fotografía a los 12 años y ya no estabas conmigo. Además mi cámara de barbie jajaja no era tan chida y se me velaron varios rollos. Solo recuerdo haber escrito de ti abuela, escrito de ti abuelo… De aquellas vacaciones emocionales que me deja el pueblo. Les amo.